Trilogía del calor parte II

La acción transcurre durante las horas del atardecer de un caluroso día de verano. Tres personajes se encuentran en la habitación de un hotel de las afueras: una señora y dos chicos. En realidad, ellos no tendrían porqué estar allí: no son los que han puesto el anuncio en la sección de contactos, pero por azares del destino acuden a la llamada de la «clienta». Lo que parecía en principio un «servicio rápido y rentable» se convierte para ellos en una pesadilla que tendrá un desenlace tan inesperado como anunciado.

De los tres personajes, tal vez el más complejo es el de la Señora. Es difícil determinar en ella el límite entre la locura y la más pura maldad. En cierto modo, el autor deja que sea el espectador quien juzgue. Es fría y calculadora, como una araña venenosa, y teje una red que envuelve a los personajes (y al espectador), que ven impotentes cómo al final, ella ejecuta su «obra» con absoluta impunidad.

En cuanto a ellos, son dos personas sin futuro, sin pasado, dos chicos que viven su presente día a día en los suburbios de la ciudad, tipos sin identidad a los que nadie echaría de menos si desaparecieran.

El yonki es un chico de la calle, que trapichea sólo para conseguir heroína. Aparentemente, es el más fuerte, por eso es el primero con el que la Señora acaba, para después, establecer una relación de opresor-oprimido con el otro personaje, un joven aspirante a actor tímido que, indefenso, resulta el juguete perfecto para ella.
En realidad, no es importante el pasado de cada uno de ellos, pues lo que se muestra en esta obra es sólo un momento presente, una historia que puede ocurrir cualquier día en cualquier ciudad.

El espectador se sorprende con cada escena que se va sucediendo, esperando que los acontecimientos se desarrollen de una forma para, en el momento siguiente, darse cuenta de que la situación desemboca en un giro inesperado. En esta obra ningún personaje es lo que aparenta en un principio, y el espectador va descubriendo poco a poco la verdad.

Poniente es una dura propuesta escénica que, tomando como punto de partida el juego del teatro, habla de la relación entre opresor y oprimido, donde dos personajes serán dominados por la voluntad de un tercero.

Un espectáculo que aún tomando la estructura del teatro clásico es transformado hacia una perspectiva totalmente contemporánea y actual de corte cinematográfico. Una propuesta de aparente corte sencillo que efectúa una brutal puesta en escena del dolor, exponiendo casi todos los mecanismos que permiten su explotación.

Una fría representación que propone, desde un realismo aterrador el encuentro entre dos clases sociales, mostrando una demoledora reflexión sobre la posición del espectador ante un espectáculo de sexo y violencia visual.